Hoy he recordado cómo se celebraba la fiesta de San Martín
en mi pueblo cuando era pequeña y he querido compartir con los lectores de “El
salto de los delfines” este recuerdo feliz de mi infancia.
Cada 11 de noviembre el camino hacia la ermita se llenaba de
gente alegre, con mochilas a la espalda o cestas colgadas del brazo, que
caminaban con la ilusión de participar en la fiesta. La ermita estaba situada a
unos dos kilómetros del pueblo, en mitad del campo, sólo se utilizaba para ocasiones
especiales. Ese día se hacía una misa en honor al santo y el cura siempre
contaba la misma historia...
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