Melodía secreta
Como el agua que fluye serena,
aunque ávida de un nuevo curso, Virginia sentía
recorrer por su cuerpo marchito una inusitada brisa de esperanza.
Sorprendida por la placidez de vientos renovados, abrió con sigilo la ventana
de su desvencijada alcoba, fiel reflejo de su lacónica existencia, y paseó con
desacostumbrada jovialidad un corazón entumecido que se había resistido a
bombear a pleno pulmón, asfixiándola en el tedioso letargo de la melancolía.
Sin embargo, una mujer tan juiciosa y mesurada como ella no debía dejarse
llevar por vanas sensiblerías que tanto perjuicio causan entre las almas excesivamente frágiles...
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