Aceptar la muerte de un ser querido es un trance difícil,
porque implica la fractura de un vínculo especial con una persona que fue
importante en nuestra vida. Cuando un ser querido se nos va sentimos un vacío
inmenso a nuestro alrededor, casi como una amputación de algo invisible e
intangible en lo más profundo del alma. No es fácil asimilar que esa persona ya
no está, ya no existe, ya no volverá a sentarse a tu lado ni hablará con cariño
para ti. Sin embargo, debemos centrarnos en lo que hemos tenido y no
lamentarnos por lo que hemos perdido. ¿Qué hemos ganado con esa amistad? ¿Qué
hemos aprendido? ¿Qué huellas ha marcado esa persona en nuestro corazón? Nadie
debe olvidar que cuando la aventura de una vida llega a su fin, a los demás
todavía les quedan los recuerdos...